Biografía de Carlo Carrà
- CARLO CARRA' PINTOR

Carlo Carrà fue un pintor italiano. Nació en 1881 en Quargnento, un pequeño municipio en la provincia de Alessandria.
Hijo de un herrero, comenzó su formación artística en la Academia de Bellas Artes de Brera en Milán, donde también empezó a colaborar con artistas como Umberto Boccioni y Gino Severini, fundadores del Futurismo.
En este período, Carlo Carrà explora el concepto de dinamismo, es decir, la representación del movimiento a través de la deformación de las formas y el uso de colores brillantes. En 1910 participa en la exposición colectiva de los futuristas en la Galería Sprovieri en Roma. Es en este período cuando desarrolla su interés por la Pintura Metafísica, comenzando a representar el mundo real mediante la creación de espacios y objetos inusuales, en una atmósfera irreal y suspendida. Fue precisamente la fase Metafísica la que le trajo mayor éxito y lo convirtió en uno de los mayores exponentes de la vanguardia artística de principios del siglo XX. Hoy en día Carlo Carrà es considerado uno de los fundadores del movimiento Metafísico, junto a artistas como Giorgio de Chirico y Filippo de Pisis.
En 1915 se alista en el ejército y es enviado al frente en la zona de Trieste. Este período es muy difícil para el artista, que sufre por la muerte de sus compañeros de guerra y por el conflicto que había destruido su país. Esta experiencia se refleja en sus obras, que se vuelven cada vez más oscuras y melancólicas.
En 1916 el pintor realiza la obra La metafísica de la sobremesa, que se convertirá en una de sus obras más famosas. Esta obra representa un interior vacío e irreal, en el que los objetos están colocados de manera inusual y donde la luz y las sombras crean una sensación de irrealidad. La obra se caracteriza por la precisión en la representación de los detalles, lo que contribuye a hacer la imagen aún más misteriosa y surrealista. En "La metafísica de la sobremesa" Carrà utiliza la idea de un espacio interior como fondo, en el que los objetos se representan de manera irregular y suspendida, creando una sensación de incertidumbre y misterio. La obra representa una especie de teatro del absurdo, en el que los objetos no tienen una función precisa, sino que se convierten en elementos escénicos de la representación.
Después del fin de la Primera Guerra Mundial, Carlo Carrà regresa a Milán y se une al grupo de pintores metafísicos. En este período también comienza a experimentar con la pintura figurativa, inspirándose en la tradición renacentista y en la cultura popular italiana.
En los años veinte, Carlo Carrà conoce al artista y escritor Ardengo Soffici, con quien colabora en la revista Valori Plastici. Esta revista representa un importante lugar de debate artístico y cultural, en el que el pintor puede exponer sus ideas sobre la pintura y la Metafísica.
En 1929 deja Italia para trasladarse a Francia, donde entra en contacto con los artistas del Surrealismo, que termina por influir en su arte. En los años treinta se acerca al movimiento Novecento, fundado por la crítica de arte Margherita Sarfatti. Novecento representaba un retorno a la tradición figurativa y a la cultura italiana, en contraposición a la vanguardia internacional. En este período, Carlo Carrà realiza numerosas obras que representan la vida cotidiana italiana, como Piazza del Popolo y La fune del tram. Estas obras se caracterizan por la reproducción precisa de los detalles y el uso de colores vivos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, se refugia en Suiza para escapar de la represión fascista. Es en este período cuando comienza a interesarse por la pintura religiosa, realizando obras como La Madonna del Voto y La Madonna della Neve.
Después del fin de la guerra, el artista regresa a Italia y en 1948, junto a Renato Guttuso y Giuseppe Santomaso, funda el Fronte Nuovo delle Arti. Este movimiento representa una reacción a la pintura académica y a la representación convencional del arte italiano.
En los años 50 y 60, realiza numerosas obras que representan la naturaleza y el paisaje italiano, como Le coltivazioni, Il giardino botanico y Il lago di Como. Estas obras se caracterizan por la precisión de los detalles y el uso de colores naturales.
Carlo Carrà continúa trabajando hasta el final, realizando obras como La última cena y La Pasión de Cristo. Muere en Milán en 1966, dejando tras de sí un legado artístico importante e influyente.