RUFINO TAMAYO OPERE

Rufino Tamayo, nacido en Oaxaca de Juárez el 25 de agosto de 1899, fue un pintor y grabador mexicano. Quedó huérfano en 1911 y se trasladó a Ciudad de México, donde asistió a una escuela comercial antes de dedicarse completamente al arte desde 1917. Estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y, desde 1921, trabajó para el Museo Nacional de Antropología.
Rufino Tamayo, influenciado por sus orígenes zapotecas, se dedica a la reelaboración de las formas precolombinas en su trabajo, como se evidencia en sus dibujos para el museo. Esta experiencia lo lleva a desarrollar un estilo único, fusionando la tradición mexicana con corrientes europeas como el realismo, el expresionismo, el abstraccionismo y el cubismo. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, prefiere la pintura de caballete, expresando con un lenguaje refinado su poética sensible.
En 1926, Rufino Tamayo se traslada a Nueva York, ciudad que se convierte en un segundo hogar para él. Aquí, realiza su primera exposición individual y, a lo largo de los años, expone en varias galerías, como la Valentine Gallery. También se convierte en profesor de pintura en la Dalton School. Durante este período, realiza varios murales importantes, como los del Conservatorio Nacional de Música y el Smith College. Su trabajo en Estados Unidos y México lo lleva a recibir notables reconocimientos, entre ellos la Medalla de Honor Belisario Domínguez en 1988.
Rufino Tamayo, influenciado por el modernismo europeo, viaja con frecuencia a Europa, estableciéndose en París en 1957. Aquí realiza un mural para el palacio de la UNESCO. Regresa definitivamente a Ciudad de México en 1964, donde continúa recibiendo premios y honores, entre ellos la nominación de Chevalier y Officier de la Légion d'Honneur por parte del gobierno francés.
El artista, amigo de Frida Kahlo y Diego Rivera, se distingue por su estilo único en el movimiento muralista mexicano. Su obra gráfica, iniciada en 1925, incluye litografías, grabados y impresiones con técnica mixta. Rufino Tamayo muere el 24 de junio de 1991, dejando un legado artístico de relevancia internacional, que integra el arte de las civilizaciones precolombinas y el arte popular en la revolución plástica europea. Su ciudad natal le dedica un museo, rico en sus obras y en importantes objetos precolombinos, consolidando su estatus como uno de los primeros pintores de dimensión internacional de América Latina.