GIUSEPPE AJMONE

Estos dos maestros tendrán un papel fundamental en la formación del lenguaje pictórico de Giuseppe Ajmone. Funi le transmite el clasicismo italiano, mientras que Carrà lo introduce a la cultura visual del Futurismo y de la Metafísica.
Durante el período braidense, el artista Ajmone establece amistades significativas con otros jóvenes artistas emergentes como Bruno Cassinari, Ennio Morlotti y Cesare Peverelli. Estas relaciones fomentan un intercambio de ideas y un fermento cultural que caracteriza el Milán de la época, con Brera como el centro de las actividades artísticas. En este contexto, Giuseppe Ajmone desarrolla una pintura inicialmente cercana al postcubismo picassiano, como se puede observar en obras como "Retrato de anciana" de 1944, donde la atmósfera dramática de la guerra se narra con un lenguaje maduro y personal.
En 1946, Giuseppe Ajmone es uno de los firmantes del Manifiesto del Realismo, conocido también como "Oltre Guernica", publicado en la revista Numero. Este manifiesto, firmado junto a Bergolli, Morlotti, Dova y otros, representa un momento crucial para Ajmone, quien comienza a definirse dentro del panorama artístico italiano como un pintor comprometido en teorizar una forma actual de realismo. Paralelamente, Ajmone inicia una colaboración con la editorial Einaudi como curador del diseño gráfico de los libros, sugiriendo la participación de artistas contemporáneos para las portadas de las publicaciones. Este trabajo le permite al artista entrar en contacto con intelectuales destacados como Cesare Pavese, Italo Calvino y Natalia Ginzburg.
Los años cincuenta marcan para Giuseppe Ajmone una fase de crecimiento y consolidación. En 1951 gana el prestigioso "Premio Senatore Borletti" para la joven pintura italiana, un reconocimiento que lo consagra entre los protagonistas del arte italiano de la posguerra. Ajmone participa en la Bienal de Venecia en 1948, 1950 y 1952, consolidando su presencia también a nivel internacional con exposiciones en la Bienal de São Paulo y en la Bienal de Tokio. En estos años, Ajmone desarrolla un lenguaje pictórico que supera el postcubismo, acercándose a una visión más lírica y personal de la realidad.
La pintura de Giuseppe Ajmone se caracteriza por una sensibilidad cromática particular, con influencias francesas, en particular de Braque y Matisse. Obras como Frutta de 1954 demuestran esta síntesis, donde el color asume un papel preponderante y el realismo se fusiona con una dimensión poética. Ajmone explora también los temas de la naturaleza y del paisaje, inspirándose en el jardín circunscrito de su estudio milanés. Esta experiencia se traduce en lienzos donde la luz y el color dialogan de manera intensa, como en el célebre ciclo dedicado a los hortus conclusus de los años cincuenta.
En los años sesenta, Ajmone continúa evolucionando artísticamente. En 1962 es invitado a la Bienal de Venecia con una sala personal, donde expone obras recientes, demostrando una constante búsqueda y una destacada capacidad de renovación. Entre las obras más representativas de este período se distingue El gran río, un cuadro de extraordinaria potencia expresiva, en el que el paisaje pierde sus connotaciones realistas para convertirse en pura emoción y luz. Ajmone mantiene siempre una conexión con la realidad, pero su pintura trasciende la representación objetiva para llegar a una dimensión lírica y espiritual. Los años setenta y ochenta ven a Giuseppe Ajmone participar en numerosas exposiciones personales y colectivas, tanto en Italia como en el extranjero. En estas décadas, Ajmone aborda con intensidad el tema de los desnudos, realizando obras de extraordinaria belleza e intensidad. En 1982 expone en la Permanente de Milán la serie de los "grandes desnudos ahogados", inspirada en un trágico hecho de crónica ocurrido en Romagnano Sesia. Estas obras demuestran la capacidad de Giuseppe Ajmone de transformar el sufrimiento humano en arte, explorando la dimensión trágica de la vida con sensibilidad y profundidad.
Ajmone continúa su actividad hasta los años dos mil, participando en importantes exposiciones antológicas y colectivas. En 2000, expone en la Galleria Montrasio en Monza y en la Permanente de Milán en la colectiva Milagros en Milán. La última gran exposición individual de Giuseppe Ajmone se lleva a cabo en 2004 en la Galleria Montrasio Arte de Milán, marcando la conclusión de una carrera larga y extraordinaria. Ajmone muere el 8 de abril de 2005 en Romagnano Sesia, dejando un legado artístico de valor incalculable.
Giuseppe Ajmone atravesó con coherencia y sensibilidad todo el siglo XX, dejando una huella indeleble en la pintura italiana contemporánea. Su obra se caracteriza por una profunda búsqueda de la luz y el color, unida a un realismo lírico que convierte cada cuadro en un fragmento de poesía visual. Ajmone supo conjugar tradición e innovación, experimentando con nuevas formas expresivas sin perder nunca su propia identidad.